viernes, 10 de abril de 2009

ANIVERSARIO LUCTUOSO

Este viernes se cumple un nuevo aniversario del asesinato del líder campesino y militar Emiliano Zapata, quien se resaltó durante la Revolución mexicana a principios del siglo XX. Nacido en San Miguel Anenecuilco, estado Morelos, el 8 de agosto de 1879, la figura de este revolucionario se fue acrecentando con el tiempo en paralelo a la de su compañero y también revolucionario, Pancho Villa.
Zapata realizó sus primeros estudios con el profesor Emilio Vera, quién había sido un viejo soldado juarista, y al poco tiempo comenzó a trabajar como labrador y arriero.
Ya en 1906 asistió a una junta de campesinos en Cuautla, para discutir la forma de defender frente a los hacendados vecinos sus tierras del pueblo y en 1909 fue electo presidente de la junta de defensa de las tierras de Anenecuilco, donde empezaría a analizar los documentos que acreditaban los derechos de los pueblos a sus tierras y se convertiría en dirigente agrario de Morelos.
Con el estandarte de la defensa de la tierra para los más humildes, en 1910, luego de estallar la revuelta en el país azteca, Zapata se incorporó a las fuerzas del general Francisco Madero, aunque luego de que este movimiento triunfara no se cumplieron las promesas de terminar con el latifundio.
Los grandes hacendados lograron que los campesinos se desarmaran, pero el líder revolucionario reorganizó a su ejército y tomó las regiones de Yautepec, Cuautla y Cuernavaca, mientras repartían las tierras.
“Tierra y libertad” fue la consigna con la que su vida transcurrió al paso que sus tropas liquidaban el latifundismo, expropiaban los ingenios y una gran empresa papelera, además de fundar un banco agrícola y numerosas escuelas primarias.
El filósofo mexicano Fernando Buen Abad señaló en su artículo “Zapata”, que la historia del líder campesino “no es atomizable al calor de explicacionismos caudillistas, iluminismos mesiánicos o protagonismos estatuarios. Su historia es tan particular como colectiva”.
“No hay en su biografía, ni en su contexto elemento omisible. Ambos sudan el mismo drama, respiran el mismo fulgor mágico y generan las mismas interrogantes o certezas. Zapata es México y América, ambos son Zapata porque contienen el mismo drama interno del desgarramiento producido por despojar de su tierra a los hombres y despojarlos de su sacralidad, su identidad y su trascendentalidad”, escribió.
Para 1915, el movimiento encabezado por Zapata representaba un obstáculo para un nuevo gobierno federal que intentaba formarse, razón por lo cual el coronel Jesús Guajardo traicionó y asesinó al líder agrarista tras atraerlo a un encuentro secreto en la hacienda de Chinameca, en Morelos.
En México, la figura y las enseñanzas de Zapata resurgen siempre con fuerza, como el 1 de enero de 1995, cuando desde el suroeste de la nación vio la luz el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), formado por campesinos alzados en armas para ser escuchados.
El Subcomandante Insurgente Marcos escribió en 2005 en una carta dirigida al fallecido líder campesino:
“Aquí estamos, mi general, aquí estamos porque estos gobiernos siguen sin memoria para los indígenas y porque los ricos hacendados con otros nombres, siguen despojando de sus tierras a los campesinos”.
Tanto en la política que atravesó América Latina en el siglo 20 y lo que va del 21, la figura y templanza de Emiliano Zapata se encuentra presente: la entrega para lograr justicia y tierra para los más pobres, se levanta de forma cada vez más reiterada en el continente.
Y como a todo líder revolucionaria que en algún momento se lo quiso desaparecer, Zapata resurgió desde la política y la cultura popular, como en este corrido mexicano que lo canta:
“Porque apenas fue principio/de lo que luego pasó/Porque hoy lo siguen como antes/los que ayer él levantó/Porque su lucha prosigue/Porque nunca terminó/Porque hoy cada campesino/lo calienta bajo el sol/Por eso vengo a cantarles/esta nueva novedad/y es que Zapata está vivo/y ésta es la pura verdad”.

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